Pertenezco a esa clase de psicólogos que creen que todos deberíamos ir a terapia, incluyéndome a mí misma. Pero, antes de que pienses que sólo quiero lucrarme, déjame qué te explique por qué.
El trauma psicológico es un acontecimiento presente en la vida de casi todos, en el sentido en el que todos hemos tenido algunas experiencias que han determinado nuestro modo de actuar, pensar o sentir y que en el presente resultan disfuncionales.
Vamos a verlo más a fondo.
Tabla de contenido
Definición trauma psicológico
Según Janet, el trauma es el resultado de la exposición a un acontecimiento estresante inevitable que sobrepasa los mecanismos de afrontamiento de la persona.
la persona se enfrenta a una situación de amenaza psicológica o vital para la que sus recursos actuales no son eficaces, no puede escapar, no puede enfrentarse a ella y no puede hacerla desaparecer.
Como te puedes imaginar, los mecanismos de afrontamiento van desarrollándose y evolucionando a medida que crecemos.
Cuando somos bebés, estamos mucho más desvalidos. Así que el potencial traumático de ciertos acontecimientos varía en función de la edad, de los recursos que se posean y de otras variables como el apoyo social.
Los acontecimientos serán óptimos cuando se presenten de manera segura, enriquecedora, predecible, repetitiva, gradual, y en sintonía con la etapa de desarrollo del bebé o del niño.
Cuando las nuevas experiencias son caóticas, extremas, o desajustadas con la etapa en el desarrollo, éste se interrumpe.
La ventana de tolerancia
Este concepto, expuesto por Siegel, habla de cómo nuestro cerebro es capaz de manejar estímulos más o menos intensos en función de su nivel madurativo y la capacidad de regulación emocional.
Dentro de esta ventana hay un rango saludable de estimulación. Por debajo de ese rango estamos hipoestimulados; se produce sopor y falta de energía, lo que no nos permite crecer ni desarrollarnos. Por encima, estamos hiperactivados, se produce un “secuestro emocional”, lo que nos impide integrar las experiencias.
Justo en el centro, como ves en la figura, hay un rango saludable de estimulación, en el que son viables procesos como la atención, la creatividad y la flexibilidad cognitiva.
Los niños se desarrollan y crecen saludables si hay un cuidador que, en palabras de Winnicott, sea suficientemente bueno. Lo cual no es sinónimo de perfecto.
De hecho, un buen cuidador ha de proporcionar niveles de frustración óptimos, para que el niño pueda superarse y crecer.
Yo real y falso yo
El yo real es nuestro sentido del ser más profundo y auténtico. Nuestra esencia como seres humanos dignos de amor y respeto con capacidades únicas, valía personal y merecedores de consideración.
Este yo existe antes de las primeras experiencias relacionales.
El falso yo, es lo que comúnmente conocemos como personalidad. La personalidad, viene del griego “prósopon” que significa “máscara, rostro” y de “prósopis” que significa “apariencia”.
Se va formando a partir de respuestas adaptativas al entorno.
Estas respuestas se organizan en creencias que nos hablan de quiénes somos, cómo es el mundo y cómo son los demás y que conforman todos nuestros aprendizajes, nuestro sentido del yo y nuestra personalidad.
Posteriormente, no tendremos que pensar en estos aprendizajes. Habrán quedado grabados en nuestro cuerpo en forma de memorias implícitas. Es decir, serán automáticos e inconscientes.
Este falso yo es una limitación necesaria de ciertos aspectos del yo en función a las exigencias del entorno. Aunque, se da en diferentes grados, desde el más sano que promueve la adaptación a la norma social hasta niveles patológicos de defensa y aislamiento.
Tipos de trauma
Cuando pensamos en trauma tendemos a imaginarnos situaciones de violencia extrema, abuso sexual y maltrato patológico. Sin embargo, hay muchas situaciones aparentemente inocuas cuando somos adultos que, de pequeños, pudieron ser susceptibles de traumatizar.
En este sentido, existen dos tipos de traumatización:
Trauma simple: cuando está producido por un único evento de gran envergadura, pero puntual y asilado; como puede ser un abuso sexual, una agresión física, un desastre natural o la muerte de un familiar cercano.
Trauma complejo, crónico o acumulativo: que se produce a través de un periodo de tiempo vital prolongado en el que el niño vive en una atmósfera emocional en la que abundan la negligencia, los malos tratos o el abandono.
Es habitual encontrar a personas que no recuerdan ningún evento específico de su infancia que les resultara particularmente traumático. Sin embargo, han vivido en ambientes de deprivación afectiva, donde eran habitualmente criticados, juzgados, menospreciados o desatendidos.
Trauma en la infancia vs trauma en la edad adulta
Como has visto, los recursos de los que disponemos en la infancia son limitados. Además, dependemos por completo de nuestros cuidadores. De una forma u otra, nos los vamos a comer con patatas, así que tenemos que aprender a convivir con ellos, sean estos buenos o menos buenos.
La sintomatología de los traumas en la infancia es muy diferente a la que se produce después de un trauma en la edad adulta. Esto se debe a que el cerebro del niño está en desarrollo. Un desarrollo que es:
Secuencial: los niveles superiores no se desarrollarán, o por lo menos no correctamente, si hay déficit en los niveles inferiores. Por ejemplo, no podremos desarrollar autosuficiencia si no hemos recibido un nivel suficiente de contacto, caricias y amor.
Dependiente del uso: dentro del potencial genético específico, el cerebro desarrolla las capacidades adecuadas para el entorno en el cual crece.
Alrededor de los tres años el cerebro ya ha alcanzado el 90% de su tamaño adulto y es altamente maleable.
Los niños son un reflejo del mundo en el cual crecen
Es importante tener en cuenta que el trauma en adultos altera el cerebro ya organizado, pero en niños altera el cerebro en desarrollo, pudiendo llegar a organizarlo.
La conclusión es que lo que puede ser extremadamente traumático a una edad puede no serlo a otra.
Memoria traumática
También es importante tener en cuenta cómo se crean las memorias.
Creamos recuerdos de aquello que es novedoso o impactante.
Para los adultos, gran parte de los acontecimientos tienen sólo algunos aspectos novedosos. La mayoría de lugares, palabras, sonidos, sabores u olores ya les resultan familiares porque los han experimentado con anterioridad.
Aunque de adultos realicemos nuevas actividades, estas crearán sólo memorias específicas ya que sólo activarán partes específicas del cerebro.
Por ejemplo, si aprendemos a tocar un instrumento se crearán algunas memorias motrices (automatizaremos el movimiento de los dedos) y cognitivas (si aprendemos solfeo).
Sin embargo, el trauma afecta a todo el cerebro y todas las partes se involucran para salir de la amenaza. Por lo tanto, se crean diferentes tipos de memoria:
- Memoria cognitiva o narrativa
- Memoria emocional
- Memoria motriz
- Memorias del estado fisiológico
Todas estas memorias son reflejas. Es decir, que cualquier acontecimiento que nos recuerde al trauma: una emoción, una postura, una sensación fisiológica (aceleración del corazón) o una palabra, desencadenará una respuesta automática de supervivencia; aquella que nos fue útil.
Esto se debe a que, gracias a estas diferentes memorias, el cerebro crea modelos con los que emparejará todos los acontecimientos futuros similares.
“¿Quién te leía un cuento? ¿Quién te preparaba la comida que más te gustaba? ¿Quién sabía a qué le tenías miedo? ¿Quién te llevaba a la escuela? ¿Quién te ayudaba cuando tenías algún problema? Es posible que no haya ningún recuerdo –lo cual es todo un dato– o bien que aparezcan imágenes confusas o contradictorias. Si no hay ningún recuerdo, es porque lo que sucedió fue demasiado doloroso para un niño pequeño, entonces el niño lo manda ‘a la sombra’.” Laura Gutman
Consecuencias del trauma psicológico
La consecuencia más general es que promueve una sobreadaptación del sistema de la persona. En otras palabras, se establecen respuestas condicionadas, que, además, se generalizan a un gran número de situaciones que nos recuerdan al trauma.
Estas respuestas van a limitarnos en nuestra vida adulta.
Psicológicas
Déficit cognitivo
Sobre todo, falta de atención, memoria y dificultad para concentrarse.
Muchas veces, las personas traumatizadas son incapaces de leer una novela, de estudiar o incluso de seguir la trama de una película o una serie.
Las memorias traumáticas no pueden ser integradas en la personalidad
Esto se produce porque durante el suceso traumático la amígdala, principal responsable de la respuesta emocional a la amenaza, bloquea la actividad del hipocampo.
El hipocampo, responsable de secuenciar, contextualizar y simbolizar las experiencias, no puede realizar su función.
Por lo tanto, el trauma no se percibe como inscrito en el pasado (déficit en la contextualización), ni se puede narrar la experiencia (déficit en la secuenciación y la simbolización).
Permanece negado, anestesiado y olvidado. Fuera de la conciencia.
Como resultado, las memorias quedan fragmentadas y dan lugar a diversos síntomas: flashbacks, vértigos, dolores musculares, pesadillas…
Voy a ponerte un ejemplo, imagina que, de pequeño, saliste a exponer un trabajo en clase y se rieron de ti. Ahora, de adulto, puede que cuando tengas que hacer una presentación en público, te empiecen a temblar las piernas, o te sientas nervioso o notes sudores fríos. Aunque sepas conscientemente que no hay ningún peligro.
Esta es la forma en que la memoria del trauma aún sigue activa en tu vida y causándote problemas.
El sistema deja de orientarse al crecimiento para empezar a orientarse a la supervivencia.
Tenemos dos clases de sistemas para desenvolvernos en la vida. Uno está orientado a la supervivencia, es decir, a labores que tienen que ver con la conservación de la vida. Mientras, el otro, está orientado al crecimiento o al desarrollo y la autorrealización.
Cada sistema tiene funciones diferentes.
SUPERVIVENCIA
El sistema orientado a la defensa y la supervivencia tiene capacidades como la lucha, la huida, la congelación o sumisión total con anestesia, el llanto de apego y los estados de recuperación como el cuidado de las heridas, así como el descanso o el aislamiento del grupo.
Las personas con este sistema activo permanecen aisladas, no les gusta el contacto social porque les da pereza o no les apetece.
Siempre están a la defensiva, hipervigilantes e hiperactivos. Se sobresaltan desmesuradamente ante estímulos inesperados, como el ruido del teléfono, el sonido de una alarma o la rotura de un objeto.
Se meten en relaciones tóxicas o de maltrato en las que no son capaces de poner límites y permanecen sumisos.
Llevan a cabo conductas para “llamar la atención”, sus reacciones emocionales no se corresponden con la realidad, son desorbitadas y muy intensas. Son muy irritables, a veces tienen ataques de ira o de llanto.
Alternan entre estados de hiperactivación con mucha energía y estados de somnolencia y analgesia en los cuales “no sienten nada”.
También suelen tener rutinas caóticas, no comen nada o comen mucho, se sienten continuamente cansados y alterados y tienen ritmos de sueño desregulados.
Ah y por cierto, no sé si habrás leído que últimamente hay una proliferación de “personas con alta sensibilidad”.
La alta sensibilidad es, en muchos casos, derivada del trauma, ya que los ruidos, las luces o incluso los olores, se convierten en desencadenantes de los recuerdos y las sensaciones traumáticas.
Y aunque no recuerden, el sistema en continua alerta tiene más dificultades para discriminar y procesar las señales del entorno, separando lo importante de lo que no lo es. Pone todos los estímulos al mismo nivel, por lo que todo le abruma y le resulta excesivo.
CRECIMIENTO
El sistema de crecimiento, por el contrario, tiene funciones como el apego (acercarse y vincularse a los demás), la exploración, el juego, el cuidado de otros, la reproducción y la sexualidad, la creatividad…
Cuando estamos en este estado somos capaces de crear relaciones honestas y sólidas.
De ser creativos,
De disfrutar, desarrollarnos, crecer, descansar cuando lo necesitemos, tener una rutina, divertirnos y cuidarnos.
Ambos sistemas se inhiben; cuando estamos ocupados en sobrevivir no podemos dedicarnos a crecer porque hay tareas más importantes que requieren nuestra atención.
El trauma posee el potencial para ser una de las fuerzas más significativas en la evolución y el despertar psicológico, social y espiritual. Peter Levine
La indefensión aprendida
La indefensión aprendida es habitual cuando ha habido situaciones traumáticas de las que no se podía escapar y en las que cualquier acción era inútil o empeoraba la situación.
Por ejemplo, los niños con padres alcohólicos, que si se quejaban podían empeorar el maltrato.
En estos casos, el niño aprendía que cualquier conducta era inútil y desarrollaba un sentimiento de falta de control sobre el entorno.
En la edad adulta la indefensión se manifiesta como bloqueo, sumisión o paralización ante las adversidades. Las personas no son capaces de tomar acción porque han aprendido que no sirve de nada o que es peligroso.
Son completamente pasivas y se encuentran a merced del entorno, sin recursos con los que enfrentarse o cambiar la situación.
Fisiológicas
Somatizaciones
Las personas que han sufrido trauma presentan una plétora de quejas físicas que tienen que ver con el sistema digestivo; cólicos, síndrome de colon irritable, diarreas o estreñimiento crónicos, sexual, respiratorio; asma, dolores de cabeza o musculares, fibromialgia y dolor crónico.
Estas quejas no tienen una explicación médica y tampoco son tratables; aunque muchas veces si se alivian con medicación, no se curan.
Las personas que las padecen suelen enfermar con asiduidad y medicarse con frecuencia para paliar el dolor.
¿Son reversibles los efectos del trauma?
Resiliencia
La resiliencia se define como la resistencia de un cuerpo a la rotura por golpe.
En psicología, es la capacidad para afrontar la adversidad y lograr adaptarse bien a los traumas, amenazas o el estrés severo.
Las personas resilientes se caracterizan por:
- Saber aceptar la realidad tal y como es.
- Tener una profunda creencia de que sus vidas tienen sentido.
- Una inquebrantable capacidad para mejorar.
La resiliencia es una capacidad que se desarrolla cuando el apego en la infancia y la relación con los cuidadores han sido lo suficientemente sólidas y seguras.
Las personas traumatizadas son menos resilientes, aunque la creencia popular nos diga lo contrario. Pero la resiliencia es una capacidad que se puede seguir desarrollando incluso en la vida adulta. Siempre se puede crecer.
La terapia
Y aquí viene el meollo de la cuestión. Los efectos del trauma SÍ son reversibles si se busca la ayuda adecuada.
Sin embargo, muchas personas están acostumbradas a vivir de esta forma y consideran que no tienen cura. Están desesperanzados y creen que nada les va a ayudar a sentirse mejor.
Visitan antes a un médico que a un psicólogo porque los síntomas físicos se hacen mucho más evidentes y molestos.
Creen que “son como son” y que no pueden hacer nada por cambiar. Tampoco creen que tengan capacidad de transformar su situación, debido a la indefensión aprendida.
Muchas veces suelen quejarse de su mala suerte como si no tuviera nada que ver con ellos.
También suelen tener creencias muy arraigadas del tipo “tienes que ser fuerte”, porque es la única forma que tuvieron de sobrevivir en la infancia. Esto les impide hoy en día reconocer que tienen un problema, ya que sienten la necesidad de salir de su atolladero por ellos mismos.
Pedir ayuda
Evidentemente los niveles de traumatización son muy diversos y no es lo mismo presentar una ligera fobia a hablar en público que grados altos de disociación y desadaptación social.
No obstante, en terapia se pueden resolver gran parte de estos conflictos, sean del grado que sean, que impedirán que sigas viviendo con miedo o condicionado por tu pasado y las experiencias que en él viviste.
Por esta razón, todo el mundo sale beneficiado de la terapia. La terapia es el encuentro con uno mismo y te libera de la influencia que tu pasado traumático pueda seguir ejerciendo en tu vida.
Es difícil que seamos conscientes del trauma porque muchas veces no lo recordamos. Mi sugerencia es que busques en la amalgama de síntomas que puede que tengas, como los que te he descrito arriba. Si te sientes identificado con algo de esto, no dudes en pedir ayuda.
Muchos pacientes después de la terapia transforman por completo sus vidas. Recuperan energía, se sienten menos derrotados, más confiados, con más autoestima, más seguros de sus decisiones, con más autocontrol, bienestar y mucho más felices.
Recuperan su creatividad dormida y reactivan su interés por la vida y las relaciones. Se orientan a crecer y, en definitiva, dejan de sobrevivir para empezar a vivir.
El hecho de superar el trauma y volverse bello pese a todo, no tiene nada que ver con la invulnerabilidad ni con el éxito social. Boris Cyrulnik
Si crees que la terapia es para ti, no dudes en pedirme una cita. ¡Pongámonos manos a la obra para resolver tus problemas!
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